*¡LEVÁNTATE!*.
"¡Levántate,
toma tu camilla y camina!", dice Jesús al
hombre que yacía bajo el
pórtico
de la piscina, junto a la puerta de las Ovejas,
por donde llevaban a los
animales destinados al sacrificio en el
Templo.
El enfermo es un hombre, imagen
de la humanidad entera. Languidece en
medio de la
multitud de sus semejantes.
Son ciegos y cojos que no tienen acceso
al Templo,
más que como carne de
matadero. Incapaces de caminar, son una
reserva de
condenados que la Ley
excluye de la vida y condena a la muerte. Son
paralíticos
sin fluido vital.
*En
este muladar entra la Palabra de Vida, hecha
carne*.
La
casa del Padre para Jesús son ahora estos
hermanos enfermos y excluidos, no
el
Templo.
El hombre que Jesús tiene en frente no es capaz de
tenerse en pie, está
paralizado, con una existencia inerte y medio muerta. Y
no es en verdad el agua
de
la piscina el factor determinante de su curación, sino J
Jesús que es vida y
transmite
la Vida del Padre.
*¡Levántate!, una palabra que crea y recrea,
vuelve a la
vida; toma la camilla, tu
pasado, lo que te ata al suelo; y échalo
sobre tus
hombros*.
Sobrepóngase
a la adversidad y recobre la dignidad,
para que goce de la vida
abundante.
Esto
es resucitar.
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